Si había un partido complicado en la recta final del campeonato para marcar con negrita en el calendario era este ante Godoy Cruz. Por su presente desde que asumió Diego Flores, quien llegó a La Bombonera sin conocer la derrota en sus 9 partidos al mando, teniendo un alto promedio de gol y desplegando un vistoso fúbtol. Y porque además, en dicha jornada se enfrentan River y Talleres, principales animadores del certamen.

Boca sabía que ante el Expreso Bodeguero se jugaba la subida al último tren de la ilusión por dar pelea hasta el final. El envión del público y de los últimos 2 triunfos ante Lanus y en Parque Patricios ante Huracán respectivamente, daba un halo de positivismo en la previa, ante, vuelvo a repetir, un hueso muy duro de roer.

Toda la complejidad hablada en la previa Godoy Cruz se encargó de ratificarla en la primera media hora, donde no solo fue superior, sino que también, en la cabeza de Tomás Badaloni logró abrir el marcador, con tan solo 10´ de juego. Boca no le agarraba la mano a la visita, que poblaba la mitad de cancha, hacía circular la pelota y ahogaba al Xeneize en la salida. El elenco de Sebastián Battaglia, en su 4-2-3-1, no tomaba a los laterales rivales, y por allí se iba a filtrar la oportunidad que devendría en el primer tanto. Elías López se soltó hacia el centro, Juan Ramírez no llegó a perseguirlo, y cambió de frente para Valentín Burgoa, que en extrema libertad sacó un centro preciso a la espalda de Marcos Rojo, donde el 9 se elevó y con un cabezazo llovido venció a Agustín Rossi. Ganaba Godoy Cruz, que asediaba al local en el inicio, lo cacheteaba rápido y lo plasmaba en el resultado.

El Xeneize rápidamente respondió con una escapada al espacio de Luis Vázquez, el delantero amagó haciendo desparramar a Elías López pero con la pierna inhábil definió muy desviado ante la salida del paraguayo Espínola.

Boca no estaba cómodo y era superado hasta que pateó el tablero. Emparejó y pasó a dominar las acciones a raíz de afrontar con actitud los duelos y las segundas pelotas. No apostó por negociarle de igual a igual el recurso del mediocampo con circulación que es el fuerte de este Godoy Cruz. Llevó el partido a su terreno para imponerse. Apostó a la dinámica y la intensidad para doblegar a una visita muy bien trabajada que lejos estuvo de retroceder y siempre intentó ser protagonista.

El equipo de Sebastián Battaglia se reagrupó en una especie de 4-4-2, con Aarón Molinas por derecha y Juan Ramírez por el sector izquierdo. Agustín Almendra creció notoriamente y empezó a dar un recital de pases largos, asociándose y rompiendo líneas. Figura clave y descollante el 39.

Las acciones de peligro comenzaron a llegar y a llegar. Los laterales pisaban tierra mendocina y las conexiones comenzaban a penetrar el bloque defensivo del rival, que daba ciertas concesiones defensivas, especialmente dejando muchos huecos.

En una ráfaga digna de un equipo con pretensiones de campeón Boca pasó a ganarlo. A los 37´ lo igualó en los pies de Frank Fabra, que recibió el pase al espacio de Juan Ramírez y engañó a Juan Espínola, quien fue a tapar el centro y no cubrió el primer palo, donde ingresó el disparo del colombiano. Después de 2 años volvió a inflar la red el nacido en Nechi. Boca empataba, se entonaba y enseguida pondría el 2-1, específicamente cuando el reloj señalaba la hora final del primer tiempo. Agustín Almendra sacó la galera y el bastón. Propio y típico de aquel jugador distinto que se sabe técnico e inteligente y eso lo lleva a tener la confianza necesaria para ser atrevido. Sombrerito, control y diagonal exacta. Luis Vázquez está derechísimo, se tomó un tiempo que solo los 9 de jerarquía poseen, y gatilló sutilmente por bajo. Ganaba Boca.

Últimos 15′ del Xeneize acordes a un equipo que quiere dar pelea hasta el final del campeonato. Por juego, y sobre todo, por actitud. Voracidad y rebeldía que eran necesarias para la adversidad en el trámite y en el tablero.

La propuesta de ambos era extremadamente destacable. Miraban solo el arco rival, sin importar quien esté en frente. Lo primordial era establecer condiciones sobre el otro. Prevalecía la construcción y no la neutralización. Todo eso produjo que el encuentro sea totalmente entretenido, más aún en la segunda parte, donde la mitad de cancha se rompió y era una autopista de carril rápido. Las áreas se llevaban los flashes.

Boca cada vez encontraba mejores y copiosos lugares para lastimar, ya que el Tomba estaba dispuesto a morir de pie con tal de intentar hasta el último segundo llevarse algo de Brandsen 805. El local manejaba las decisiones y la pelota con la mente fría debido a la ventaja, pero con el corazón caliente y el hambre de seguir echando porotos en la canasta. Los cambios de Sebastián Battaglia lo demostraban. Cuando se sintió del tobillo Agustín Almendra, lejos estuvo de poner a Estebán Rolón para contener, sino que mando a la cancha a Beto Briasco, para mutar en un 4-3-3, y seguir apostando a la velocidad y a los embates directos. En las modificaciones -además ingresó Rodrigo Montes- el Xeneize selló la victoria, ya que la frescura lo terminaó de acrecentar como dominador, ante un equipo que comenzó lentamente a perder explosión y era más predecible en sus cansinas decisiones.

Cristián Pavón era el más incisivo, pero su mira poco calibrada privaron a Boca de liquidarlo. Algo que, hubiese sido justo si tomábamos la balanza de todo el encuentro. Los de azul y amarillo no sufrieron en el final pero tuvieron que tener los ojos bien abiertos, el resultado era corto y cualquier distracción podría devenir en lamento, más aún con Martín Ojeda, goleador del torneo, en frente. El nacido en Gualeguaychú, tirado en la izquierda sobre el final, probó de media distancia y ensayó varios centros que encendieron luces pero no inquietaron seriamente a Agustín Rossi.

Boca sumó de a 3 por tercera vez consecutiva, y se metió momentáneamente en zona Copa Libertadores, ya que alcanzó a Talleres, que debe jugar con River aún, en el tercer peldaño de la tabla anual.

La gente se fue aplaudiendo del estadio el mejor partido del ciclo Battaglia. Poner las fichas y diagramarlas tiene su complejidad, pero moverlas en beneficio del equipo durante el encuentro tiene un valor inmenso. Boca supo amoldarse a un desarrollo desfavorable, cambió la pauta y pasó a dominarlo. Triunfo que genera satisfacción, ya que se lo hizo jugando bien, con chicos que cada vez acrecientan su figura y porque saben que los resultados son fruto puro de un equipo que colectivamente sigue ensamblándose de optima manera.

Mañana los ojos estarán puestos en el Mario Alberto Kempes, a la espera de que el líder tropiece con el escolta, y con la tranquilidad de haberse subido al tren, donde en la próxima parada en Liniers deberá renovar el crédito, ante el complicado Vélez del Flaco Pellegrino.