La tarde ya estaba nublada pero el ambiente festivo iluminaba todo. Era el último partido de Argentina como local en las eliminatorias para Sudáfrica 2010. Nadie se imaginaba lo que vendría después.

El primer tiempo fue tranquilo, con chances claras pero que Argentina no logró concretar. «Vamos muchachos» se lo veía decir a Maradona desde el banco. Todos enloquecían al ritmo de «Olé, olé, olé, olé, Diego, Diego» en cada movimiento del Diez.

Tras el descanso, la Selección pareció salir más motivada y llegó el primer gol de la mano de Higuaín. Después del grito desaforado, la hinchada siguió coreando: «Vamos vamos, Argentina». Todo era alegría y fiesta.

Pero de repente, se hizo de noche. El partido ya estaba llegando a su fin. 45 minutos del segundo tiempo: gol de Perú. El Monumental enmudeció. La lluvia empezó a caer intensamente y la gente huyó despavorida y sin esperanzas: nos quedabámos afuera del Mundial.

Para todos el sueño había terminado. La cancha estaba semi vacía y la cortina de lluvia impedía ver lo que pasaba. Y él, que nunca se rinde, que no da nada por perdido, vió la última chance. Un pase magistral del «Pocho» Insúa fue la señal que Martín Palermo aprovechó para hacer lo que más sabía: un gol imposible.

De repente todos empezaron a gritar y a abrazarse. Y solo los que estuvimos presentes lo sabemos: nadie pudo ver el gol. Fue el Diego chapoteando entre los charcos quién nos hizo dar cuenta qué estaba pasando. Entre lágrimas, todos dejamos nuestra garganta en esos 47 minutos del segundo tiempo. Hace 11 años, lo impensado sucedió: ese día, Los Borrachos del Tablón no pudieron contenerse y gritaron «Paleeeermo, Paleeeermo». ¿Quién más que él para hacer cosas imposibles?